martes, 16 de diciembre de 2008

A cada paso cada huella (Poemario)

La lluvia derramó sus sentires
en una mañana llena de preguntas.
Caían como gaviotas cuando
cortan el mar
buscando alimentar su paso por
el tiempo.
Una a una, convertían mi mente
en un caudal de inquietudes,
empapando
cada rincón de este amanecer.


Cuando se termine la fiesta
sentiré un vacío dentro de mi
alegría,
te llevarás mi música, tus
canciones y el néctar de mi vida.
Cuando termine la fiesta
te llevarás los momentos
que hicieron renacer el fuego de
la existencia,
así como los miedos, los temores,
que se hacían cada vez más
intensos.
Pero como el amor y la pasión no
se termina
siempre tendrás dentro de ti,
una llama que encendimos
juntos,
y que cada día avivaste más.
Cuando se termine la fiesta,
tal vez no sienta tu calor y tu
aliento,
pero gritaré de alegría por
haberte amado.


He conversado
muchas veces con la soledad.
Las palabras fluyen cual manantial;
en la mente reseca
grita por empapar
sus labios de la frescura de la
creación.
Ansiedad infructuosa
en varias oportunidades
y otrora,
dulce fruto con acidez.

Que difícil es detener la lluvia
Cuando, cada gota te pregunta
por ayeres y futuros que inundan
tu existencia.
Salpica el agua al abrazarse con
la tierra,
permitiendo la vida y floreciendo
la esperanza,
así recibo en mi rostro, cada gota
fría, cristalina dosis,
para despertar en el presente,
ahora,
y vivir la lluvia, la mañana, la
vida,
sin buscar respuestas.



La noche despierta a través de
días sin sol
con remolinos circundantes en
horas sin minutos.
Los sonidos armónicos del cristal
transparente
se disipan en colores
indescifrables
de mezclas y tonalidades
inquietantes.
El horizonte trastoca el torbellino
de aires
y mosaicos multicolores
análogos.
Las sombras avanzan al paso del
tiempo
sonámbulas y trasnochadas
percepciones
en un arrebol de libélulas y tintas.
Cuando se busca con afán, con
pesadez
circulan los párpados y se
derrama, gota a gota
el aliento de extenuantes
sensaciones.
Sólo pinceladas sin miradas, sin
color,
con punzantes laberintos
inconclusos.


Mosaico
La noche tan sólo miraba
por las rendijas, sonámbula,
las huellas del tiempo sonreían
con la música que trasnocha
la oscuridad del trazo.
Se borra la tinta derramada
en una brisa de tonalidades
armónicas al ritmo de flores.
El sueño intensifica su vaivén
bajo la tensión de libélulas
y horizontes carcomidos.
La noche solamente era un
amasijo de tantos días.


Te veo como una mariposa que
se posa sobre mi flor,
mi polen se derrama en tu piel.
Te veo moviendo tus alas en mi aire.
Absorbes todo el néctar de mi
existencia
dejando mi corazón inundado de
caricias y susurros.
Te veo buscando más y más,
como insatisfecha de roces en tu
piel,
caminando como una rosa en el
jardín
que pretende ser intocable,
inalcanzable y lejana.
Te veo pasar como quién no ve el
deseo y la pasión,
como queriendo desentender el
mundo,
como no ver la luz del sol.
Te veo como una mariposa que
bate sus alas al viento,
te veo como la brisa que peina las
hojas,
como el rocío de la madrugada,
como el olor de tu piel.
Tu miel es la azúcar lejana de un
ocaso
que endulzas la piel del horizonte
allá lejos.
Mi mano no alcanza para tomar
tu rocío,
ni soñar con tu primavera.
Te veo como una mariposa.



Ví pasar el tiempo con tu figura
los pasos pesados por senderos
de agonía,
la ventana reflejaba un rayo de
esperanza
diluyéndose por aguas y
sinsabores,
a veces, pareces sombra que
deambula
con el viento.
Ví tus sueños arropados con
nubes grisáceas
dispersas por caminos
intransitables, de soles
transparentes y palideces que
enfrían tu ser.
El arco iris pierde su gama de
sensaciones
donde el color de tu cara se
obscurece.
Sigues en el afán de detener la
lluvia
y tomar gota a gota el principio
y el fin del río turbulento.
A cada paso, cada huella, cada
suspiro, cada mirada;
escondes los pasos, la huella, el
suspiro, la mirada.
A cada paso te persigue el
tiempo,
en cada suspiro te traiciona el
aliento.
En cada mirada, tus ojos se
pierden en el abismo




Génesis de vida.
Progenitora del amor.
Ascendiente del cariño y la
ternura.
Eres madre, sabiduría, estrella
polar del navegante universal.
Eres consorte, compañera de la
existencia.
Tu vientre, almohada de
primogénitas ilusiones y
cuna de párvulas fantasías.
Elegida providencia de un fruto,
cigoto inextinguible
de llamas inmortales de amor.
Sombra en el camino, provisión
de honestidad,
guía de nuestros pasos.
Una…¡madre!
Una…¡esposa!
¡Ella! Cónyuge de la felicidad y
de la tempestad,
de la calamidad y de la
satisfacción.
Fecundas la tierra árida, desierto
de sentir,
En prolífica cosecha de pasiones
inconmensurables.
Increíble don de toda la
existencia;
Una madre y una esposa.


La verdad que siempre pensé
que aquí el sol se ocultaba más
tarde,
que los pericos tenían tiempo
suficiente
para detener el ocaso y revolotear
y revolotear,
en un interminable círculo de
verdor.
El río tenía más tiempo de
calentar sus Aguas
y esperar el nuevo rayo de
esperanza
en su largo caminar al mar.
También el verano, árida realidad
fuerte prueba a la mano sedienta
del campesino
pero callosa a los avatares de la
vida.
Donde el invierno inunda hasta el
alma
donde la real cuna es el pasto
fresco,
y acolcha cada paso, cada huella.
Tenía que ser así
no lo niego.


Cada tiempo
El cristal del tiempo disipó
traslúcida, las huellas
del manto inaccesible de
cicatrices abiertas
con el paso de los años.
Trataban esconder orgullos,
insertos en decires,
de mantos cubiertos de joyas
con invalorables mezquindades.
Tu rostro cual horizonte gris
encendía la melancolía de
nubarrones,
a cada paso
en cada huella.


Aliento
El tiempo salpicaba gotas de
miradas
cargadas de sensaciones;
Emociones transparentes sobre
horizontes
cuyo cielo en arreboles con
cristalinos crepúsculos,
penetraban en el baúl de
esperanzas.
El tiempo salpicaba
gotas de silentes pasiones
escondidas
en el fondo del río,
caudal de gritos con indescifrable
clamor.
El tiempo salpicaba de horas
lánguidas
y extenuantes esperas,
día a día, la emoción
transparente.
El tiempo salpicaba de ocasos
la mañana que recién comienza.


Sólo fue una mirada incógnita
destino ineluctable,
inextinguible fuego de indomable
pasión.
Todo el torrente impregnado de
palpitaciones
desconcertantes.
Sentir secreto, infinito, de
mundos con una misma mirada
ilusión convertida en realidad.
Un minuto en lo infinito,
una gota de agua, una pequeña
chispa
avivó la llama
de incontrolables pasiones.
De tu jardín proviene el néctar
de tus entrañas el calor,
insustituible sostén
amaranta brasa
alimento de mi existencia.

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Ernesto "Ché" Guevara

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